La Aguada: 20 años de la hazaña, 20 años de la Triple Corona

Por Alejandra Ocampo

Dedicada a la memoria del Dr. Julio Novillo Astrada, “Iaio” para sus nietos; Javier Novillo Astrada; y Norberto Fernández Moreno.

El 2003 no fue un año más ni una temporada más para la familia Novillo Astrada. No solo fue el retorno de La Aguada a la Triple Corona, un club que no participaba de la misma desde los años 80, con Taio Novillo Astrada que le dio a La Aguada su primer título de la Triple Corona, el Abierto de Hurlingham, en 1986, sino que también fue el debut del equipo conformado por cuatro hermanos (los hijos de Taio) en la competencia de polo más importante del mundo, alcanzando una hazaña que hasta ahora no volvió a repetirse: convertirse en el primer y hasta ahora único equipo de cuatro hermanos que ganó la Triple Corona Argentina.

No quise que esta fuera una nota periodística más; así que voy a comenzar con un enorme agradecimiento a mis amigos Darío Welschen y Joaquin Etchepare, los alma mater de PrensaPolo, quienes me permitieron, dada mi cercanía con la familia Novillo Astrada y mi trabajo con ellos desde hace más de 15 años, armar un racconto personal de aquel año inolvidable.

Conocí a la familia Novillo Astrada allá por 1985. Yo tenía 21 años y había entrado a trabajar a un estudio jurídico enfrente del de los Doctores Novillo Astrada, Julio y Ricardo, abuelo y tío abuelo, respectivamente, de los futuros campeones de la Triple Corona; es decir, el padre y el tío de Eduardo “Taio” Novillo Astrada. Recuerdo que por entonces yo no sabía nada de polo; la secretaria del estudio Novillo Astrada, Nelly, me contaba que “todos los nietos del Doctor Julio juegan al polo”. El destino me llevó, años más tarde, a trabajar con los nietos del Doctor Julio (a quien cariñosamente llamaban Iaio), con quien por entonces, no tenía demasiada relación, más allá de un cordial buenos días, buenas tardes cada vez que nos cruzábamos; pero que se acordó perfectamente de mí, una tarde de septiembre de 2001, cuando fui a cubrir mi primer partido de polo, en Palermo. El Doctor Julio, Iaio, a partir de entonces, me hizo sentir como una nieta más.

Salteamos unos años; nos vamos hacia diciembre de 1999. Como muchos de mi generación, arranqué viendo polo gracias a otro equipo de leyenda, Indios Chapaleufu, el de los cuatro hermanos Heguy – Horacito, Gonzalo, Marcos y Bautista. No ganaron la Triple Corona, pero de alguna forma están “emparentados” con los Novillo Astrada: los Heguy son el único equipo de cuatro hermanos que llegó a los 40 goles de handicap. Y además eran los años de Indios Chapaleufu II, es decir los primos, con Eduardo, Pepe y Nachi Heguy más Milo Fernández Araujo. Ese 1999, La Cañada, con los tres Novillo Astrada – Eduardo, Miguel y Javier, con Alejandro Diaz Alberdi dieron el batacazo en Palermo dejando en el camino nada menos que a Indios Chapaleufu, el de los cuatro Heguy, y jugar la final del Abierto contra Chapa II. Perdieron 13-11. “Ya veníamos trabajando desde hace rato, en el 99 habíamos llegado a la final del Abierto, con La Cañada; también jugamos algunas semifinales y la final del Abierto de Tortugas el año anterior, en 2002”, cuenta Miguel Novillo Astrada.

La Cañada se disolvió a fines de 1999 y el nuevo siglo llevó a los tres hermanos Novillo Astrada a una renovada Ellerstina junto a Gonzalito Pieres, formación que duró dos años. En ese entonces, Nacho era el suplente, y recuerdo acudir al palenque donde estaba siempre presente el querido abuelo, aquel Doctor Julio del que tanto me hablaba Nelly, alentando a sus nietos con sus consejos y sabiduría. Yo solía preguntarle a Nacho cuando iban a jugar los cuatro hermanos juntos. Finalmente al final de la temporada de 2002, se desarma ese Ellerstina ya que Gonzalito quiso incluir a su hermano Facundo.

Llegamos a marzo de 2003. En esos años, el calendario de la temporada de otoño de la AAP incluía un torneo llamado Masters, para patrones y profesionales, y que se realizaba en Palermo. Nacho, que en ese momento jugaba para Las Monjitas, de Camilo Bautista, me dio la gran noticia: “Se te dio, Ale, este año jugamos los cuatro juntos para La Aguada”. Para mí, fue una alegría inmensa. Y por cierto, feliz por Nacho, entonces de 7 goles, ya que ese año, 2003, iba a ser el de su primera Triple Corona.

Pasaron los meses y llegó septiembre, arrancaba la Triple Corona, y con ella, la vuelta de La Aguada, del club de Open Door, que había fundado Iaio hacía muchos años, a la competencia de polo más importante del mundo. El cuarteto de hermanos formado por Nacho, Eduardo, Javier y Miguel, probó los motores en un Abierto del Jockey Club en el que no anduvieron nada bien. “Me acuerdo que ese año estaba ansioso por arrancar la temporada”, comenta Nacho. “Comencé jugando de 1, después nuestro abuelo propuso cambiar posiciones; lo hablamos con Norberto (NR: Fernández Moreno, el coach del equipo) y cambiamos todo. Personalmente, empecé a sentirme más cómodo de back”.

Ese Abierto del Jockey Club fue un mal comienzo para nosotros, pero el cambio de posiciones cambió radicalmente el funcionamiento del equipo. Habíamos comenzado con Nacho de 1, Javo de 3 y yo de 4. El cambio fue Javo de 1, Nacho de back yo de 3. Eduardo fue el único que se mantuvo como 2”, rememora Miguel, y añade: “Era una opción que teníamos en mente, pero lo mejor fue que mi abuelo nos los dijo. Todos lo aprobamos, porque mi abuelo siempre nos acompañó, nos enseñó, y nos conocía perfectamente a cada uno de nosotros, sabía como decirnos las cosas y la verdad es que estuvo espectacular. Fue muy acertado, como también fue acertado jugar al Jockey para probar. A partir de eso cada uno quedó en su posición natural y funcionamos bárbaro”.

Efectivamente, el panorama cambió en el Abierto de Tortugas, en una final que no fue nada fácil ya que les tocó La Dolfina (aquel equipo con la camiseta a rayas verdes y negras de Nueva Chicago, y en el que estaban Adolfo Cambiaso, Lolo Castagnola, Sebastián y Juan Ignacio “Pite” Merlos). En una final muy disputada (como lo demuestra la progresión 2-2, 3-3, 4-4, 5-5, 5-6, 7-7, 9-9, 10-9), que se jugó, como diría Diego Simeone, con el cuchillo entre los dientes, La Aguada superó a los de Cañuelas por 10-9, en chukker suplementario, con una corrida espectacular de Miguel, que terminó con la bocha dentro de los mimbres, y con Eduardo jugando con un brazo acalambrado producto de un bochazo en el codo que recibió en el cuarto chukker.

Como sea, habían pasado la primera prueba. Valga el dato: la final se jugó el domingo 19 de octubre, día de la madre, así que Verónica, la madre de las criaturas, tuvo su mejor regalo.

El siguiente paso fue el Abierto de Hurlingham. La Aguada llegaba a su segunda final, esta vez ante Indios Chapaleufu, con los tres hermanos Heguy, y Mariano Aguerre. En las semifinales, Indios Chapaleufu dejó en el camino a La Mariana por 16-11, mientras que a La Aguada le costó un poco más llegar a la definición – una vez más vencieron a La Dolfina, y una vez más, necesitaron de un chukker suplementario para ganar por 16-15, con gol de oro que concretó Javo Novillo Astrada, con un penal de 60 yardas. Recuerdo que Iaio solía decirme: “Mis nietos son los que mejor le saben jugar a Cambiaso”. Esa final contra Chapa en Hurlingham, tuvo un último chukker demoledor por parte de La Aguada: en dos minutos, durante el último chukker, marcaron cuatro goles, tras un partido que venía complicado (la progresión: 2-0, 2-4, 4-2, 4-3, 4-5, 4-5, 6-8, 10-9). Ganaron por un gol, pero el último chukker fue crucial.

“Siempre apuntábamos más a Palermo, pero ganamos Tortugas y eso nos dio la confianza para pensar en todo”, reflexiona Miguel. “El equipo siguió mejorando, y así ganamos Hurlingham. Además, estábamos muy motivados y muy bien montados, con muy buenos caballos”.

Antes de centrarnos en el más importante, el Abierto Argentino, Palermo, vamos a detenernos por un rato, para hablar del quinto hermano, Alejandro, el Negro, que por entonces tenía 22 años y era un fan más; lo recuerdo con la bandera con los colores de La Aguada (bordó y blanco), alentando a sus hermanos “Me parece que nos empezamos a dar cuenta lo que se estaba logrando cuando terminó Hurlingham”, dice el Negro. “Me acuerdo que los chicos ganaron el Abierto de Hurlingham levantando un partido increíble, una jugada de Miguel llevándose una bocha detrás de Horacito Heguy. Ese día, hicieron una remontada espectacular. Ahí fue cuando empezamos a pensar que había que festejar; yo organizaba la tribuna con la hinchada, era una especie de fan y organizador de eventos y festejos” (risas).

Ahora sí, nos vamos a Palermo, a la Catedral. La Aguada, los cuatro hermanos Novillo Astrada llegaron al momento culminante de la temporada argentina invictos; sí, es cierto que les costaba un poco, pero la garra y el corazón que ponían en la cancha los llevaba a ganar partido tras partido. Ya eran la revelación de la temporada y ahora les esperaba el gran desafío; y la gran pregunta – ¿podrían llevarse la Triple Corona, esa que estaba vacante desde 1994?

“¡Ni de casualidad esperábamos ganar la Triple Corona! Y yo menos que nadie,  porque era la primera vez que la jugaba y con 7 goles. No, ni de cerca”, cuenta Nacho entre risas. “Tenía más nervios pensando que no fuera un solo año. Yo era el nuevo. Me acuerdo que pensaba -¿tan buenos somos? Nunca creí que éramos tan buenos como para estar en ese nivel tan rápido. Por ahí mis hermanos sí, pero no conmigo”.

“Creo que en el momento no pensábamos que podíamos ganar la Triple Corona”, dice el Negro. “Pero al mismo tiempo, el impulso de como se venía dando la temporada era para creer que se podía lograr. Hacía años que un equipo no ganaba la Triple Corona; no se decía, pero en el fondo se creía. Aunque no había que confiarse demasiado”.

Obviamente, no había que dormirse en los laureles, pero lo cierto es que La Aguada era el único equipo en condiciones de llevarse la codiciada Triple Corona. “Fue algo muy lindo. Cuando entró Nacho, arreglamos las posiciones y el equipo anduvo bárbaro. El hecho de haber jugado los cuatro hermanos juntos fue una motivación extra para mejorar, jugando para La Aguada, para los propios colores. Eso fue un plus muy importante”, dice Miguel.

Ubicados en el Grupo A, La Aguada debutó en ese Palermo 2003, un 22 de noviembre con un triunfo por 12-9 ante El Metejón; de ahí, no pararon más, hasta llegar a la final, en la que, como en Tortugas, iban a enfrentar a La Dolfina. “Cuando llegaron a la final de Palermo les dije que ya había que festejar la temporada que habían hecho. Y los cuatro estuvieron de acuerdo”, comenta el Negro, el organizador de eventos y festejos del equipo. Por cierto, una final que se postergó para el sábado 20 de diciembre a causa de la lluvia y que yo, de haberse jugado en fecha, me la habría perdido a causa de una inoportuna varicela que me mantuvo fuera del ruedo casi la mitad del Abierto; recibí el alta esa misma semana y pude ir a Palermo, pero como no podía exponerme al sol, me conformé con ver la final en la carpa de una compañía de teléfonos celulares (dato de color: en esos años no había stands como ahora; los sponsors tenían carpas en Palermo).

Pero esa final también es recordada por un lamentable incidente. Promediando el primer chukker, un grupo de barrabravas de Nueva Chicago literalmente asaltó la tribuna Dorrego lateral, del lado del palenque de La Dolfina, y a los empujones, obligó a retirarse a la gente que estaba instalada allí y que había pagado su entrada. El resultado, fue un piquete en la cancha que hizo un grupo de gente en protesta. El partido estuvo detenido por 23 minutos hasta que debió intervenir en el asunto el entonces Presidente de la AAP, Gonzalo Tanoira. Lo cierto es que finalmente los barrabravas se acomodaron en las tribunas, mientras la gente que había pagado la entrada se fue a su casa a ver la final por televisión. Más tarde, nobleza obliga, Adolfo Cambiaso pidió disculpas a Gonzalo Tanoira por ese desafortunado incidente.

Cuando finalmente se reanudó el partido, La Aguada no la pasó muy bien: La Dolfina venía ganando, 4-3, 5-3, 6-4, 6-5 y 9-6 (hasta ahí, solo había cedido el primer chukker, 2-1 para La Aguada). La historia comenzó a cambiar en el séptimo chukker. La Aguada aceleró a fondo para conseguir una remontada histórica – parcial de 3-0, para el empate 9-9, un empate que parecía imposible. Es decir que se iba a venir un último chukker para el infarto. Recuerdo que ese último chukker, habiendo ya bajado el sol, salí corriendo a la explanada de la tribuna C, porque quise ver esa definición in situ. De más está decir que mis nervios estaban al borde del colapso…

Fue nada menos que Nacho, jugando mucho más de los 7 goles que marcaba el tablero, pura garra y corazón, el que definió el partido en ese último chukker de antología. La Aguada anotó tres goles, y el de Nacho, fue el 12-9, el que liquidó el partido (el resultado final fue 12-10); hoy, 20 años después, recuerdo a Nacho revoleando el taco y corriendo por toda la cancha, en un festejo desenfrenado. Festejo que se prolongó en los palenques, una locura desatada, cuando sonó la campana final. La Aguada había logrado la hazaña – después de nueve años de Triple Corona vacante, los Novillo Astrada se habían metido en los libros de historia, al ganar la Triple Corona y ser, hasta hoy, primer y único equipo de cuatro hermanos que habían conseguido hacerse con el trofeo más importante del polo mundial. Y ni hablar del querido Iaio; el fundador de La Aguada, el abuelo, estaba recibiendo de sus nietos la alegría más grande de su vida.

Como si fuera poco, se llevaron casi todos los premios: Miguel Novillo Astrada se quedó con el Premio Gonzalo Heguy al MVP de la final; Giusti, la yegua de Javo, que jugó Miguel obtuvo el premio Lady Susan Townley al mejor ejemplar de la final; Javo, con sus 24 conquistas, quedó tercero en la tabla de goleadores detrás de Adolfo Cambiaso (43) y Bautista Heguy (31). Y más – las modificaciones de handicap al final de 2003, trajo muy buenas noticias para los Novillo Astrada. Miguel se convirtió en el primer integrante de la familia en llegar a los 10 goles, mientras que Nacho, el debutante, pasó de 7 a 9. Y como frutilla del postre, Miguel ganó el Olimpia de Plata como el mejor polista del año. Hubo también hazaña para Norberto Fernández Moreno, ya que su generosidad y su sabiduría llevó a La Aguada al gran logro: Norberto fue el primer coach que ganó la Triple Corona, en una época en que los coaches en el polo prácticamente no existían. Pioneros en la materia fueron Chapa II, cuando trajeron a Daniel González, gloria del deporte, campeón de la Triple Corona con Santa Ana, en 1973.

“Mirando hacia atrás, es algo increíble lo que logramos”, cuenta Miguel hoy, en 2023. “Uno no toma conciencia al principio de la dimensión de lo que fue la hazaña. Hoy lo veo y digo, qué increíble que fue eso, como pudimos lograrlo. Pero como te decía, veníamos preparándonos desde hacía rato y se nos dio ese año. Recuerdo que cuando jugamos la final de Palermo nos dijimos que esta era la oportunidad, no podíamos perder no solo Palermo sino la Triple Corona. Y para eso, tuvimos la ayuda de Norberto (NR: Fernández Moreno, el coach del equipo), que se nos fue ahora y lo recordamos con mucho cariño y como una parte importante de este logro. También contamos con Nelly Giscafré (NR: psicóloga deportiva), personal trainers, algo bastante innovador en esos años; detrás nuestro había un equipo de gente que nos ayudó muchísimo. Gracias a ellos pudimos lograrlo”.

“Cuando ganamos Palermo, no lo podía creer. Ni de casualidad pensé que había ganado la Triple Corona”, dice Nacho y añade: “Creo que pasaron un par de años hasta que me di cuenta lo que habíamos logrado y lo difícil que fue conseguirlo. Fue una locura, en la que no caía, no entendía, no comprendía la magnitud de lo que habíamos logrado. Hoy miro para atrás, 20 años después y me digo ¡qué divertido que fue! Yo la disfruté como nadie, porque no tenía ninguna presión. La única presión que tenía era que no me saquen el próximo partido” (risas).

Mientras tanto, el organizador de festejos y eventos, el Negro, dedica su recuerdo a dos personas claves en la hazaña, y que hoy no están, su hermano Javo, y ese coach, que más que coach fue un padre para todos ellos, Norberto: “Norberto siempre fue muy cariñoso con todos nosotros y cuando yo empecé a jugar el Abierto siempre que podía me venía a ver en alguna práctica, me hacía críticas constructivas, hablábamos mucho. Una persona con un corazón enorme, desinteresado, solo alentado por la pasión por el deporte, y que te quería como a un hijo. En cuanto a Javo, si bien ya pasaron casi 10 años, la ausencia de un hermano siempre se siente”.

Así como el destino quiso que la chica de 21 años que era yo allá por 1985, terminara trabajando con los nietos del Doctor Julio, hace tan solo un par de semanas, el destino hizo nuevamente de las suyas: 20 años después de la hazaña de La Aguada, Nacho, el poderoso back que definió esa final histórica, ese chico de 7 goles de handicap que corría por toda la cancha 1 de Palermo revoleando el taco en un festejo desenfrenado, volvió a ser campeón en Palermo, como coach de La Natividad. Y como en 2003, la final del Abierto Argentino 2023 debió cambiar de fecha porque nuevamente se interpuso la lluvia. La fecha original, sábado 2 de diciembre, pasó para el domingo 3 de diciembre. El día del cumpleaños de Javo.

No quiero cerrar esta nota sin mi recuerdo y mi cariño a tres personas que jugaron un papel crucial en la hazaña de La Aguada en aquel inolvidable 2003. Julio Novillo Astrada, Iaio, el Doctor Julio, el abuelo que siempre fue el pilar de sus nietos, que nunca faltaba en el palenque y que disfrutó como nadie el regalo que le dieron sus nietos, ese abuelo que yo conocí allá por 1985 y que el destino me llevó a trabajar con esos nietos, que Iaio adoraba y de los que estaba muy orgulloso; Javo Novillo Astrada, el querido e inolvidable Javo, goleador implacable, 10 goles dentro y fuera de la cancha, un ser humano único y excepcional, y que se fue demasiado antes de tiempo, hace ya casi 10 años; y Norberto Fernández Moreno, más que un coach, un padre para los hermanos Novillo Astrada, que los guió hacia la hazaña. Norberto, a quien tuve el placer de conocer y tener largas charlas en las que me compartió su sabiduría, su generosidad y su genio, y que nos dejó el pasado mes de noviembre. Por eso, este racconto personal de aquel inolvidable 2003, va dedicado a la memoria de ellos, que seguramente deben estar festejando por allá arriba.

Galería


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *